Salgamos a caminar
Esta mañana fui a caminar a la playa y me encontré con varias personas que me pidieron orientación sobre la ruta y el lugar. Todos pensaban que era un residente del sector.
Por estos días me encuentro leyendo el nuevo libro de Isra Bravo sobre copywriting o en otras palabras sobre cómo escribir mejor para vender. (Storytelling Salvaje)
Sin ánimo de hacer mucho spoiler hay una parte donde el autor recomienda practicar el hábito de caminar todos los días como input para pensar y tener temas que escribir, así que eso me motivó.
Por otro lado, el Mago More en su libro sobre productividad (Superpoderes del éxito para gente normal), recomienda crear el hábito de caminar un mínimo de 10 mil pasos cada día como forma de entrenar tu cerebro para que sea capaz de lograr objetivos día a día y poco a poco y también para ir acumulando los beneficios saludables que tiene hacer actividad física a diario.
Sin embargo, debo comentar que me pasó algo totalmente impensado. Resulta que cuando estaba en la capital, salía a caminar con mis perros todas las mañanas y todas las noches con la finalidad compartida de que hicieran sus necesidades y que además ambos pudiéramos distraernos y hacer ejercicio. El resultado promedio de pasos al día andaba entre 7 mil y 11 mil pasos según la medición de mi celular por lo que la meta del día se lograba con facilidad. En cambio, en el campo, mi promedio bajó dramáticamente a menos de 3500 pasos al día, a lo máximo y ya llevo casi dos semanas así.
Mi teoría es que en las vacaciones ya no necesito sacar a los perros ya que ellos tienen libertad en el día para salir a hacer sus necesidades al campo. Al mismo tiempo, ya no camino tanto porque cada vez que salimos a pasear o a comprar, lo hacemos en el auto por lo que las caminatas se han visto perjudicadas a pesar de que igual intento caminar alrededor de la casa de campo un poco.
Así que esta mañana de sábado, motivado por la lectura y por la deuda interna de estar caminando poco, tomé a los dos pugcitos que tengo y me fui a caminar a la playa que está a unos 800 metros detrás del cerro.
El viajero en bicicleta perdido
Apenas terminé de escalar una pendiente de tierra y logré llegar al camino asfaltado me encontré con un viajero en bicicleta que con gran esfuerzo avanzaba por un camino de fuertes curvas y pendientes, como todo buen camino costero. Unos minutos más adelante el ciclista regresa y me pregunta por la ruta para seguir camino al sur, ya que descubrió que el camino por el cual iba viajando terminaba en el mar y no tenía salida
Le comenté al viajero que debía volver por las pendientes hasta un cruce donde debía doblar hacia el interior y que desde ahí podría encontrar la carretera que sigue hacia el sur. Pero ya que estaba a pocos metros del mar, le recomendé que aprovechara de avanzar unos metros y que se encontraría con la unión del mar y el único lago salado de Sudamérica, el Lago Budi.
El ciclista me hizo caso pero unos minutos después regresó a pie y con la moral bien abajo. Al preguntarle qué le había pasado me comentó que su bicicleta tenía un desperfecto mecánico en el mecanismo que sostenía su equipaje por lo que tuvo que abortar su viaje y debía regresar al pueblo para reparar el problema.
Lo que le faltaba era un tornillo que sujetaba la parrilla del equipaje. Estábamos en una playa desierta a esa hora y no había mucho con qué reparar la bicicleta inmediatamente. Le esperaban unos 4 kilómetros al menos para regresar al pueblo. Se fue de inmediato con toda la fe del mundo.
Llegando a la cima
Por mi parte, más o menos resignado a no poder ayudar más al ciclista, seguí caminando hacia el sur hasta subir un nuevo cerro que me llevó hasta una vista increíble. Además de poder ver el mar desde las alturas pude ver el lago y cómo por la costa hacia el sur habían más cerros y playas de difícil acceso.
Mientras subía el pequeño cerro, recordaba las enseñanzas del Mago More, específicamente la que dice que los grandes objetivos se deben conseguir “al merme” es decir de a poco. Un paso a la vez. Fui subiendo con calma pero confiado en que cada paso que daba hacia adelante me acercaba más a la cima y que mientras tanto podía ir disfrutando del camino. De esta forma al cabo de unos minutos, me encontraba junto a mis mascotas en la parte más alta posible.
Curiosamente lo que encontré fueron más cerros aún. Pero no era el momento para seguirlos ya que la meta del día estaba más que conseguida. Descansé unos minutos, disfruté del paisaje, hice algunos videos que podrían servir para mis redes sociales y comencé a retornar hacia la casa.
En total caminé unos 8 mil pasos. Curiosamente no logré en ese momento la meta de los 10 mil, pero si los conseguiré sin falta antes de terminar el día. Ya siendo pasadas las 21 horas del sábado he acumulado 9797 pasos, a pesar de que salí a pasear a la costanera durante la tarde junto a la familia.
Conclusiones de la caminata
Efectivamente salir a caminar es una excelente fuente de inspiración. Mientras lo hacía, se me ocurrieron varios temas sobre los cuales podría escribir. Adicionalmente, me encontré con un ciclista admirable que viajaba por el sur del país en solitario, o al menos eso parecía. Al menos 3 o 4 personas más me pidieron ayuda en el camino, principalmente porque también andaban perdidos o estaban esperando una micro que no pasa los sábados.
Las grandes distancias se pueden recorrer paso a paso y mucho mejor es cuando lo haces convencido de que estás trabajando para tu propio bienestar o el de los demás. Cuando era joven, en mis vacaciones caminaba a diario grandes distancias para ir a comprar el diario a mi abuelito. Y hoy mientras caminaba recordé esas sensaciones y fue maravilloso.
Así que seas joven, adulto o ya mayor, te invito a caminar un poco cada día, y mientras tanto, si llegaste hasta acá, te invito también a suscribirte a mi lista de correo o a compartir este contenido para que cada día formemos una comunidad mayor.
Y si no lo quieres compartir no importa, con que hayas leído hasta acá soy feliz.